Hoy tuve mi primera competencia de Jiu Jitsu, a la que llegué bastante tranquilo a pesar de la intensidad del evento. Empecé a entrenar este arte marcial hace 8 meses, y he ido aprendiendo y preparándome desde entonces para este día. Lo cual me hace pensar que yo y muchos otros más, nos preparamos de forma similar antes de cruzar la línea de nuestra zona de confort.
No habría pensado en competir teniendo un solo mes de practicar, incluso teniendo tres. Primero necesité no solo comprender el deporte, sino también convertir la práctica de este en territorio confortable. Ya que cuando llegué por primera vez a la academia, no lo era. De hecho en ese momento al haber llegado a la academia, estaba cruzando mi zona de confort; no sabía que iba a pasar, o cómo sería el ambiente, pero por meses de previo a ir por primera vez, ya estaba contemplando la posibilidad de hacerlo. cosa que fui postergando por miedo.
Es justamente el miedo el que suele delimitar la frontera de nuestro cómodo territorio. El miedo que sentí cuando fui a tocar la puerta de la academia por primera vez, no fue muy diferente al que sentí cuando me inscribí a la competencia; y probablemente no sea muy diferente al miedo de cada vez que hacemos algo que nos lleva a territorios desconocidos. Como una primera cita, una entrevista de trabajo, una competencia, o un examen.
Otra interesante característica que todos estos eventos tienen, es la de ser pruebas que debemos superar. Cuando lleguemos a ese lugar desconocido no nos estarán esperando con una taza de café. Durante estas pruebas seremos examinados, no sólo por los personajes a cargo, sino también por los ojos de espectadores juiciosos, críticos o incluso los de personas que activamente desean que no demos la talla.
Uno puede lograr ignorar estos y concentrarse en el monstruo que se tiene al frente, pero hay un crítico en especial del que no hay escapatoria. y que de todos los críticos en la audiencia, es el más duro de todos, uno mismo. Previo a salir del territorio conocido nuestra mente hará cálculos de cada resultado esperado, y sentará la expectativa de salir victoriosos.
Nuestras propias expectativas pueden ser grandes motivadores, pero también nos pueden traicionar con desilusiones y el sinsabor de tener que salir con la cabeza baja y un “mejor suerte la próxima” en el mejor de los casos.
Todo esto es aterrador, porque no dar la talla no va solo a significar que se fracasó, significa que se tendrá que reponer del peso emocional de haber fallado y de tener que volver al territorio conocido a sanar las heridas y a recuperar las fuerzas.
Es esta posibilidad de volver a recuperarnos la que hace que valga la pena, aunque nuestro intento fallido fuera nuestra única oportunidad de lograrlo, haber librado la batalla nos habrá cambiado y seremos entonces más experimentados y más conscientes de nosotros mismos y nuestras habilidades. También en la mayoría de las situaciones la posibilidad de volver a intentarlo seguirá ahí.
Ser capaces de identificar nuestra zona de confort y salir de ella es una de las habilidades que nos hace adaptarnos a nuevas condiciones y en consecuencia ser la especie animal más exitosa. Como dice Darwin en la teoría de las especies. “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”
Salir de nuestra zona de confort no significa que ese territorio va a cambiar por nosotros, sino más bien, somos nosotros los que nos adaptamos a él, no volviendo al nuevo territorio un lugar más cómodo, pero volviéndonos nosotros más aptos.
Cientos de especies animales que por miles de años han tenido sus mismos hábitats, sus mismas prácticas de caza, su misma alimentación. Se han extinguido al no lograr adaptarse a los cambios. Nosotros los humanos somos la cúspide de la adaptabilidad, y al ser la adaptación una de nuestras más grandes fortalezas, es también nuestra obligación adaptarnos, ya que en esta habilidad yace la forma en la que preservamos nuestra especie.
La forma en que nos volvemos cada vez mejores para la adaptación es justamente saliendo del territorio confortable una y otra vez. Volviéndonos cada vez más capaces de no sólo tolerar nuevos retos y adquirir nuevas habilidades, sino también volviéndonos más receptivos al cambio y más adaptables. Todo esto es importante porque en cualquier momento la vida puede lanzar ese territorio desconocido sobre nosotros sin previo aviso.
Hoy la sociedad ha hecho de la vida un lugar cada vez más cómodo, y lo sigue haciendo al punto en el que al día de hoy podemos poner máquinas a pensar en nuestro lugar. Y es así como la modernidad nos despoja de una de las más elementales habilidades de supervivencia que tenemos, dejándonos desnudos ante la catástrofe de la vida. Cada vez más frágiles y dependientes de un sistema que no solo en cualquier momento puede colapsar, sino también un sistema que todos sabemos que es insostenible.
No todo está mal con nuestra tecnología, pero así como un Chef desarrolla una mano firme para cortar con su afilado cuchillo, de manera rápida, precisa y sin cortarse a sí mismo. Nosotros debemos domar nuestra mente y dar poder a la conciencia para evitar el daño a nuestras propias mentes, del que son capaces estas nuevas herramientas.
No permitir que la comodidad se apodere de nuestras vidas y poder reclamar nuestras habilidades fundamentales es de vital importancia para la humanidad. Y probablemente un nuevo territorio desconocido per sé, en el que tendremos que retarnos a salir de una muy cómoda zona de confort y esta vez a nunca volver. Darnos cuenta de la jaula de oro, escoger ser libres a pesar de sus comodidades, escoger tener una historia, una aventura, a no ser una sombra ni a conformarnos viviendo realidades ficticias o las de alguien más.
Es curioso cómo esta sociedad moderna nos ha incitado a no ser tan duros con nosotros mismos, a no poner tan altas expectativas, con sus medallas de participación y premiando la mediocridad de muchos. Salir de la zona de confort no es fácil, y el ojo crítico de nuestras expectativas es pesado. Pero es solo con altas expectativas que vamos a tener la fuerza para prepararnos mejor, para volver a levantarnos, para curar nuestras heridas y volver a intentarlo. Porque es intentando repetidamente que el territorio desconocido se vuelve familiar, y después de haberlo recorrido una y otra vez los nervios ya no pesan, ni los ojos críticos ni las altas expectativas. Es así como de pronto ese territorio desconocido, ya no lo es. Y ya no somos los mismos de antes sino una versión más capaz, apta y adaptada. Ese es el momento en el que ya estamos muy cómodos, y llega la hora de prepararnos para una nueva expedición a un nuevo territorio desconocido.
No podemos conformarnos con ser los máximos especialistas de una materia. Salir de ahí, a donde somos ignorantes, es donde podemos crecer y aprender más. Y la forma en la que nos hacemos mejores para adaptarnos a lo que la vida nos ponga enfrente. Dejar de escondernos de lo que nos dé miedo, y acercarnos para observar con atención y darnos cuenta que ese miedo nos está enseñando los lugares donde todavía podemos mejorar. Usemos el miedo como una brújula que nos enseñe el camino a ser cada día mejores.
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