
Durante mucho tiempo, me enfoqué en cumplir con excelencia mi trabajo, recibiendo el reconocimiento de colegas, jefes y resultados que validaban mis esfuerzos. Pero había algo que faltaba: mi propio reconocimiento. A pesar de los logros visibles, yo no lograba conectar con el valor personal de lo que hacía, conectar con mis propios méritos. Mis mañanas comenzaban con ansiedad y miedo por lo que podría pasar ese día en la oficina y con fuertes cuestionamientos siempre presentes: ¿Esto es suficiente? ¿Estoy dedicando mi tiempo a lo que realmente importa? Veía mi trabajo como el único medio para algo más, pero no lograba ver el significado más profundo que podía tener en mi camino.
Con el tiempo me di cuenta de que no era el trabajo lo que necesitaba ajustar, sino mi forma de verlo. El problema no estaba en el trabajo en sí, sino en la narrativa que había construido sobre él. En lugar de verlo como un simple medio, comencé a reconocerlo como una herramienta poderosa, un aula donde estoy aprendiendo las lecciones que necesito para avanzar hacia lo que considero mi propósito. Es un combustible que me impulsa hacia adelante, dándome las habilidades, la estabilidad y la experiencia para construir algo más grande que mi propio ser.
Me encuentro en el proceso de practicar esta nueva forma de mirar. No siempre es fácil, pero estoy disfrutando el desafío de explorar. Estoy trabajando en entender qué significa realmente soltar los juicios, tanto hacia mí mismo como hacia mi entorno. Me estoy dando permiso para dejar atrás la expectativa de que mi trabajo “me dé algo” y, en su lugar, me enfoco en lo que yo puedo darle: sentido, esfuerzo y gratitud.
Las mañanas ya no están dominadas por la ansiedad de lo que falta, sino por un deseo renovado de avanzar con intención. Cuando siento que la duda aparece, respiro profundamente y me digo: “Este trabajo no es el final, pero es parte esencial del viaje. Está construyendo algo en mí y para mí.” Con estas palabras, el peso desaparece, y puedo centrarme en el presente con más confianza y claridad.
En este momento, estoy explorando cómo mi trabajo actual se conecta con las áreas que siento como mi propósito. Por un lado, está mi deseo de emprender algo con carácter de servicio, algo que no solo sirva a los demás, sino que agregue valor real a sus vidas. Quiero que lo que construya impacte de forma positiva, que deje una huella en quienes lo reciban. Por otro lado, está mi anhelo de liberar tiempo para compartirlo con mi familia, para estar más presente y disfrutar plenamente de los momentos que realmente importan. Quizás este trabajo no sea el destino final, pero es el trampolín que me acerca a esos objetivos.
No tengo todas las respuestas, pero eso ya no me preocupa. Estoy descubriendo que el propósito no es un lugar al que se llega, sino un camino que se vive con intención. Estoy aprendiendo a caminar con más calma, reconociendo que cada paso cuenta, incluso si el destino aún no está claro. Mi trabajo ya no es un obstáculo; es una parte activa y valiosa de lo que estoy construyendo.
Hoy elijo vivir con gratitud por lo que tengo delante. Mi propósito no es algo lejano; está en cada decisión que tomo para crecer, aprender y servir. Y aunque el camino no siempre sea fácil, estoy avanzando con confianza en que todo está sumando.
Comments